El “cerdo pescado”: anatomía de un bulo delicioso (y cómo comían de verdad los monjes en la Edad Media)
El “cerdo pescado”: anatomía de un bulo delicioso (y cómo comían de verdad los monjes en la Edad Media)
Por La Guardilla Podcast · 2 septiembre 2025
La leyenda dice que, para saltarse la abstinencia, los frailes arrojaban un cerdo por un acantilado para “pescarlo” y así servirlo como pescado. La imagen funciona, hace gracia y circula bien. Pero es falsa. Lo interesante no es desmontar el mito, sino entender por qué prendió y cómo se organizaba realmente la alimentación monástica entre los siglos V y XV.
1) Una anécdota que nunca ocurrió
La historia del cerdo convertido en pescado no aparece en crónicas ni en visitas eclesiásticas medievales. Es un relato tardío, más cercano a la caricatura anticlerical que a la documentación histórica. Resume, en una escena cómica, dos sospechas populares: que los monjes buscaban atajos y que las reglas de abstinencia eran fáciles de burlar.
«Ningún archivo medieval describe frailes tirando cerdos al mar para “pescarlos” después.»
La imaginación hace el resto. Pero la leyenda dice más de nosotros que de ellos.
2) Qué significaba realmente la abstinencia
La norma eclesiástica distinguía entre carne “de tierra” (prohibida en días señalados) y alimentos “de agua” (permitidos). La clasificación no era zoológica, sino simbólica. Importaba el hábitat y el sentido penitencial, no la biología moderna.
- Carne terrestre: cuadrúpedos y aves — excluidas en vigilia.
- Lo de agua: pescado, marisco y animales asociados al medio acuático.
Renunciar a la carne significaba renunciar a lo terrenal. El mar quedaba dentro de lo permitido.
3) Cuando la ballena fue “pescado” de Cuaresma
En la cornisa cantábrica medieval, los cetáceos entraron en la categoría de pescado. No había trampa: la regla se aplicaba tal como estaba formulada. El auge ballenero entre los siglos XI y XIII coincide con sociedades que necesitaban pescado para muchos días de abstinencia. Fresco, salado, ahumado o en escabeche: el mar alimentó monasterios y villas costeras durante buena parte del calendario.
4) Casos límite que alimentaron el rumor
Algunos animales ocuparon zonas grises. La barnacla (barnacle goose), creída por algunos como nacida del mar, llegó a aceptarse en ciertos lugares como “de agua”. Delfines y marsopas entraron sin discusión en la categoría marina. Los debates sobre animales semiacuáticos se resolvieron por hábitat, no por taxonomía.
No prueban picaresca: prueban cómo funcionaba la casuística medieval.
5) Las “trampas” reales (que no eran trampas)
La vida monástica tenía mecanismos legales para mantener la disciplina sin volverla inhumana.
- Misericord: comedor alternativo donde, en ciertos días, se servía carne sin violar la Regla del refectorio.
- Dispensas: enfermos, viajeros o oficios duros podían recibir permiso para comer carne.
- Órdenes con normas distintas: algunas militares o canónicas no exigían abstinencia tan estricta.
Con ese sistema —clasificación por hábitat, salas separadas y dispensas— no hacían falta acantilados ni teatralidades.
6) ¿Por qué triunfó este bulo?
Porque condensa prejuicios modernos con una imagen memorable. El fraile glotón es personaje recurrente en la sátira desde la Baja Edad Media, y el chiste funciona: un golpe rápido al imaginario monástico. También pesa la lectura selectiva de pasajes bíblicos —como la piara endemoniada del Evangelio— reinterpretados sin relación con la Cuaresma.
La historia sobrevive porque es graciosa, sencilla… y porque confirma lo que queremos creer.
7) Epílogo: menos truco, más lógica medieval
La Edad Media ibérica no fue un carnaval de picaresca alimentaria, sino un espacio donde norma y práctica negociaron continuamente. Lo permitido y lo prohibido se definían por símbolos, no por zoología. Y cuando la vida exigió flexibilidad, la Iglesia respondió con sistemas legales antes que con trampas espectaculares.
El “cerdo pescado” es un bulo delicioso porque satisface la imaginación. La historia real, más matizada, es mejor aún: habla de cómo las sociedades medievales gestionaban la abstinencia, el hambre, la liturgia y la vida cotidiana.

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